28 de agosto de 2010
OPTIMISTAS Y PESIMISTAS
Érase una vez dos niños, uno optimista y otro pesimista.
En casa, cada uno disponia de su propio cuarto de juegos.
El pesimista lo tenía todo lleno de juguetes que le habían regalado sus familiares y amigos con motivo de su cumpleaños o como regalo de Navidad.
Ahora bien, el niño siempre los recibía con lágrimas, pues nunca le regalaban lo qué el más quería: un tambor.
Tal era su obsesión por conseguir un tambor que era incapaz de contentarse con otros juguetes, por muy bonitos y divertidos que fuesen. Eso explica por qué todos los regalos estaban tirados por el suelo, completamente abandonados por su dueño.
El pequeño optimista no era tan afortunado, sus padres no tenían dinero para comprarle regalos. Lo único que tenía en su cuarto era un triste montoncito de estiércol de la granja y un tenedor.
Una tarde, como tantas otras, los padres se asomaron a los cuartos de recreo de sus hijos para verles jugar. Como de costumbre, el pequeño pesimista estaba lloriqueando porque no lograba encontrar un tambor entre su enorme montaña de juguetes.
En el cuarto del pequeño optimista el panorama era bien distinto. Al asomarse vieron a un niño risueño y feliz escarbando animadamente entre el estiércol con el tenedor. Mientras removía la pestilente masa, se decía en voz alta, con ojos llenos de emoción:
-Si tenemos estiércol en la granja, es porque hay un caballito cerca...
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